Dios quiere que todos los hombres se salven

99.- EL INFIERNO ES EL TORMENTO ETERNO DE LOS QUE MUEREN SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES.

99,1. El infierno es el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno. La existencia del infierno eterno es dogma de fe. Está definido en el Concilio IV de Letrán(982). Siguiendo las enseñanzas de Cristo , la Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, llamada también infierno .

"Dios quiere que todos los hombres se salven"(983).

Pero el hombre puede decir no al plan salvador de Dios, y elegir el infierno viviendo de espaldas a Él. El pecado es obra del hombre, y el infierno es fruto del pecado. El infierno es la consecuencia de que un pecador ha muerto sin pedir perdón de sus pecados . Lo mismo que el suspenso de una asignatura es la consecuencia de que el estudiante no sabe.

Jesucristo habla en el Evangelio quince veces del infierno, y catorce veces dice que en el infierno hay fuego . Y en el Nuevo Testamento se dice veintitrés veces que hay fuego. Aunque este fuego es de características distintas del de la Tierra, pues atormenta los espíritus , Jesucristo no ha encontrado otra palabra que exprese mejor ese tormento del infierno, y por eso la repite. La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe dijo, el 17 de mayo de 1979, que "aunque la palabra "fuego" es sólo una "imagen", debe ser tratada con todo respeto".

En el infierno hay otro tormento que es el más terrible de todas las penas del infierno . Según San Juan Crisóstomo , es mil veces peor que el fuego(984).

San Agustín dice que no conocemos un tormento que se le pueda comparar(985).

Los teólogos lo llaman pena de daño . Es una angustia terrible, una especie de desesperación suprema que tortura al condenado, al ver que por su culpa perdió el cielo, no gozará de Dios y se ha condenado para siempre. La Biblia pone en boca del condenado un grito terrible: "Me he equivocado"(986).

Ahora, como no entendemos bien ni el cielo ni el infierno, no comprendemos esta pena, pero entonces veremos todo su horror .

No hay que confundir "el infierno" con "los infiernos" a los que fue Cristo después de morir.

Rezamos en el credo de los Apóstoles: "Descendió a los infiernos".

Aquí "los infiernos" se refiere al "lugar de los muertos", como se dice en el Canon IV de la Misa. Era el "Sheol" para los judíos. Allí fue Cristo a anunciarles la Redención. A la morada de los muertos también la llamamos "el limbo de los justos"(987).

Los Testigos de Jehová niegan la existencia del infierno basados en que Cristo , a veces, empleó la palabra "sheol" que significa tumba.

Pero la palabra "sheol" significa infierno en el sentido teológico, pues si las almas de los justos son librados por Dios del "sheol", éste no podemos considerarlo como domicilio común de todos los muertos . Pero la doctrina católica sobre la existencia del infierno no se basa en palabras metafóricas que Cristo pudo emplear en alguna ocasión, sino en la doctrina que desarrolló repetidas veces en sus enseñanzas, tal como se contiene en el Evangelio.

99,2. El infierno es la negación del amor y el fracaso de nuestra libertad . El infierno es la condenación eterna. Es el fracaso definitivo del hombre. Aquel que, con plena conciencia de lo que hace, rechaza la palabra de Cristo y la salvación que le ofrece; o quien , luego de aceptarla, se comporta obstinadamente en contra de su ley; o aquel que vive en oposición con su conciencia: éstos tales no llegarán a su destino de bienaventuranza y quedarán, por desgracia suya, alejados de Dios para siempre .

Puede ser interesante mi vídeo "El infierno: fracaso definitivo".

A algunos, que no han estudiado a fondo la Religión, les parece que siendo Dios misericordioso no va a mandarnos a un castigo eterno . Sin embargo, que el infierno es eterno es dogma de fe(988).

Pero hemos de tener en cuenta que Dios no nos manda al infierno; somos nosotros los que libremente lo elegimos. Él ve con pena que nosotros le rechazamos a Él por el pecado; pero nos ha hecho libres y no quiere privarnos de la libertad que es consecuencia de la inteligencia que nos ha dado. Jesucristo nos enseñó clarísimamente la gran misericordia de Dios. Pero también nos dice que el infierno es eterno. Cristo afirmó la existencia de una pena eterna, entre otras veces, cuando habló del juicio final: "Dirá a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo"(989).

Y después añade que los malos "irán al suplicio eterno y los justos a la vida eterna"(990).

Es dogma de fe que existe un infierno eterno para los pecadores que mueran sin arrepentirse.

Aunque Dios es misericordioso, también es justo. Dice la Sagrada Escritura: "Tan grande como ha sido mi misericordia, será también mi justicia"(991).

Y su misericordia no puede oponerse a su justicia.

Como es misericordioso, perdona siempre al que se arrepiente de su pecado; pero como es justo, no puede perdonar al que no se arrepiente.

La justicia exige reparación del orden violado. Por lo tanto, el que libre y voluntariamente pecó y muere sin arrepentirse de su pecado, merece un castigo. Y este castigo ha de durar mientras no se repare la falta por el arrepentimiento; pues las faltas morales no se pueden reparar sin arrepentimiento. Sería una monstruosidad perdonar al que no quiere arrepentirse.

Dice Santo Tomás que Dios no puede perdonar al pecador sin que éste se arrepienta previamente(992).

Ahora bien, como la muerte pone fin a la vida, el arrepentimiento se hace ya imposible , porque después de la muerte ya no habrá posibilidad de arrepentirse(993).

Después de la muerte no se puede merecer nada: con la muerte se acaba el tiempo de merecer(994).

La falta del pecador que murió sin arrepentirse queda irreparada para siempre, luego para siempre ha de durar también el castigo .

En el infierno no es posible el arrepentimiento, lo mismo que en el cielo no es posible pecar . Los bienaventurados del cielo se sienten tan atraídos por el amor de Dios, que el atractivo del pecado les deja indiferentes .

Dios es infinitamente justo y no puede quedar indiferente ante las maldades que se hacen en este mundo. Cómo van a estar lo mismo en la otra vida, el asesino, el ladrón, el egoísta y el vicioso, que el honrado y caritativo con todo el mundo" Evidentemente tiene que haber un castigo para tanta injusticia, tanto crimen y tanta maldad como queda en este mundo sin castigo. El temor al infierno no es el mejor motivo para servir a Dios. Es mucho mejor servirle por amor, como a un Padre nuestro que es. Pero somos tan miserables que a veces no nos bastará el amor de Dios, y conviene que tengamos en cuenta el castigo eterno, porque es una realidad. Cristo nos lo avisa para que nos libremos de él.

Se oye decir de labios irresponsables: Hoy a la juventud no le interesa la religión del miedo o de las seguridades . Depende: tener miedo a cosas irreales es de idiotas; pero cerrar los ojos a los peligros reales es de imbéciles. Lo mismo: buscar seguridades ficticias es de idiotas; pero despreciar seguridades reales y preferir inseguridades, es de imbéciles.

El concepto de eternidad se opone al concepto de tiempo, que supone un antes y un después. La eternidad supone una duración ilimitada, una permanencia interminable . Una imagen que puede ayudar a entender la eternidad es un reloj pintado a las nueve en punto. Por mucho que esperemos, nunca señalará las nueve y cinco.

99,3. Debemos pedir a Dios muy a menudo que nos proteja en las necesidades de la vida. Dios tiene en su mano todos los acontecimientos de la vida y los gobierna con amorosa Providencia.

Dios está siempre presente en nuestras vidas. Nos ayuda y protege continuamente. Pero muchas personas sólo se acuerdan de Él cuando lo necesitan. Lo mismo pasa con el aire, que sólo nos acordamos de él cuando nos falta para respirar.

Sabemos que Dios es bueno y cuida de nosotros; aunque a veces no entendamos su Providencia.

Fiémonos de Él que está arriba y ve más. El que está en la cumbre señala mejor el camino de la subida que el que está abajo, que no ve que el camino que él cree mejor está cortado por un precipicio tras una peñas. El buen padre de familia quita a su hijo de botones para que aprenda un oficio. De momento deja de ganar unas pesetas; pero de botones sólo aprende a llevar cartas y a cerrar puertas, y cuando, por la edad, tenga que dejar el oficio, será un hombre inútil. Aprender un oficio es a la larga mucho mejor. Dios nos guía como un padre de familia a sus hijos.

El infierno existe, no porque lo quiera Dios, que no lo quiere; sino porque el hombre libre puede optar contra Dios. No es necesario que sea una acción explícita. Se puede negar a Dios implícitamente, con las obras de la vida. Si negamos la posibilidad del hombre para pecar, suprimimos la libertad del hombre. Si el hombre no es libre para decir NO a Dios, tampoco lo sería para decirle SI. La posibilidad de optar por Dios incluye la posibilidad de rechazarlo .

El gran misterio del infierno es que aunque Dios desea la salvación de todos los hombres, nosotros somos capaces de condenarnos. Dios nos ha creado libres y quiere que nos comportemos como tales. Negar la posibilidad de condenarnos es negar la libertad del hombre. Es anular al hombre. Afirmar que existe el infierno es tomar en serio la libertad del hombre. Dios ofrece la salvación, no la impone. El infierno es el respeto de Dios por tu última voluntad. Si tú libremente elegiste el pecado, mientras no te retractes, Dios te respeta. Y como con la muerte se acaba tu libertad, no cambiarás eternamente.

99,4. Se presenta el problema del mal .

El mal es un misterio que supera el entendimiento humano. Nos debe bastar el saber que Dios saca bienes de los males . Por ejemplo, para que el pecador reconozca su falta y se arrepienta; para que el justo expíe sus faltas en este mundo, gane así mayor gloria en el cielo, y dé buen ejemplo al prójimo con su paciencia; para que los hombres vivan más despegados de las cosas de la Tierra, porque esta vida es tiempo de prueba y no de premio, etc.

A veces, es difícil consolar a unos padres que han perdido a su niño angelical. Pero no podemos olvidar que Dios es padre amorosísimo, y no permite nada que no sea en bien nuestro. Dios conoce el futuro, y sabe si esa criatura angelical va a perseverar así o se va a torcer con gran daño para sí y para sus padres. Puede ser que la muerte angelical de ahora sería muy diferente el día de mañana.

Confiemos en que los planes de Dios son siempre para nuestro mayor bien.

Puede ser que en un caso concreto, no alcancemos a ver el bien que Dios saca de ese mal. Pero ya nos dice San Pablo que para los que aman a Dios, todo coopera en su bien .

Dios en su infinita Sabiduría subordina un bien inferior a un bien superior, el bien material al espiritual, el físico al moral, el profano al religioso, el terreno al celestial; porque no estamos hechos para la tierra sino para el cielo, no para el tiempo sino para la eternidad .

Sin negar el problema del mal, vamos a dar algunas ideas aclaratorias.

Mal es la carencia de un bien debido. Para la piedra no es un mal el no poder ver, pero sí lo sería para mí. En cambio para mí no es mal no tener alas, pero sí lo sería para un águila. Por eso dice Santo Tomás que el mal no es cualquier carencia de un bien, sino la carencia de un bien propio de una determinada criatura.

El único mal absoluto es el infierno: Todos los demás males son relativos: para unos sí, y para otros no; en un sentido sí y en otro no. Un terremoto puede ser un mal para mí, que en él he perdido mi casa y algunos seres queridos; pero no lo es para la Tierra que ha conseguido más estabilidad en su masa. Una enfermedad es un mal para mí en el sentido de que me hace sufrir, pero puede ser un bien si con ella me santifico y merezco más para el cielo.

En el hombre el mal físico produce dolor, y el mal moral es producido por el pecado. El mal físico es consecuencia de las leyes de la Naturaleza. El mal moral es consecuencia del mal uso de la libertad humana. Para evitar el mal moral, Dios tendría que quitar la libertad al hombre. Todo hombre libre es capaz de pecar . Y un hombre sin libertad dejaría de ser hombre. La libertad para ser bueno o ser malo es lo que hace meritorio ser bueno . Y hacer méritos para la vida eterna, es para lo que Dios nos ha puesto en la Tierra. Dice San Pablo : "Sabemos que Dios hace converger todas las cosas para el bien de aquellos que le aman"(995).

Si Dios impidiera al hombre hacer el mal, violentaría su libertad.

Dios tiene sus razones para permitir el mal. A nosotros nos basta con saber que Dios tiene Providencia, aunque desconozcamos sus caminos. La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna .

Evidentemente que Dios pudo haber hecho un mundo con otras leyes físicas. Pero todo mundo imaginable es perfectible. Para no poder ser superado hay que ser Dios, que es el único ser Omniperfecto. Dios ha pensado que este mundo es suficientemente bueno para que en él viva el hombre, y gane la gloria eterna que es el fin para el cual ha sido creado.

Pero, sobre todo, la respuesta al dolor es Cristo , que quiso pasarlo primero para animarnos a sufrir. Como la madre que prueba primero la sopa delante del niño, que no quiere comer, para animarle. El sufrimiento humano, individual o colectivo, a veces sólo tiene una respuesta: Cristo crucificado.

La Redención de la humanidad se ha hecho por el dolor. Por eso muchos santos han amado el dolor. El calvario se ha convertido en la meta ideal, según aquello de San Pablo que "no quería gloriarse de otra cosa que no fuera la cruz de Cristo"(996).

Y por extraña paradoja, el sufrir por amor a Cristo es una fuente inefable de consuelo. También lo dijo San Pablo : "Sobreabundó de gozo en medio de mis tribulaciones"(997).

Y es que el sacrificio realizado por amor pierde toda su dureza.

Incluso se convierte en alegría cuando se ama de verdad . Y además, la esperanza de la gloria. El dolor pasará, las tribulaciones se acabarán, el sufrimiento se extinguirá para siempre. Y todo ello quedará substituido por una sublime e incomparable gloria que no terminará jamás . Por eso dice San Pablo : "qué tienen que ver las amarguras y tribulaciones de la tierra si las comparamos con la inmensa gloria que nos aguarda en la eternidad""(998).

El cristiano no permanece pasivo ante el dolor propio o ajeno, y procura prevenirlo con todos los medios lícitos de que dispone. (...)

Cuando los recursos humanos se han venido abajo, cuando la CIENCIA Y EL AMOR SE HAN DECLARADO IMPOTENTES, EL CRISTIANO TIENE TODAVÍA un refugio. Para él, el cielo no está vacío. En él vive un Dios bueno,sabio y omnipotente del cual dependen todos los acontecimientos de la vida y todos los fenómenos del universo. Un Dios que conoce nuestras miserias y oye nuestras voces de auxilio, y puede, si le parece bien, socorrernos y consolarnos.

Y cuando la oración no es oída enseguida, el cristiano no se desanima.(...) Sabe aceptar con serena resignación los designios inescrutables de Dios, que es el más amoroso de los padres .

99,5. Todas las cosas tienen pros y contras . La electricidad nos trae muchos bienes (iluminación, telecomunicación, motores, etc.); pero también puede provocar un incendio por cortocircuito y matar por electrocución. A pesar de los peligros que supone la electricidad no por eso dejas de poner en tu casa instalación eléctrica. El mundo que Dios ha hecho tiene muchas cosas buenas, pero a veces ocurren adversidades y contratiempos. Son consecuencias de que el mundo es un ser en evolución. La dinámica de la evolución provoca contrastes y conflictos . A veces ocurren cosas que no comprendemos. Pero es absurdo querer entender a Dios al modo humano. Es como si un animal quisiera entender las ideas filosóficas humanas: es imposible. Es lógico que el hombre no entienda a veces el proceder de Dios. A nosotros nos basta saber que Dios es Padre, y permite el sufrimiento para nuestro bien. Lo mismo que una madre le pone a su hijo una inyección que éste necesita, aunque le duela. Dios deja actuar las leyes de la naturaleza y la libertad de los hombres, y no los mueve como el jugador de ajedrez las piezas.

Sin embargo, ha de ser un consuelo para nosotros saber que en igualdad de circunstancias, en el cielo gozan más, los que más han sufrido en este mundo con cristiana resignación. Es consolador saber que el sufrir pasa, pero el premio de haber sufrido por amor a Dios durará eternamente . En el cielo bendeciremos a Dios por aquellos sufrimientos que nos han merecido tanta gloria eterna .

No nos engañemos con el aparente triunfo de algunos malos. En primer lugar, porque el triunfo del malo se limita a esta vida, donde la experiencia enseña que no se da triunfo completo y libre de mal. Pero, sobre todo, porque el que peca es un fracasado para la eternidad, que es donde el fracaso es completo e irremediable. El único que triunfa es quien se salva.

(982) - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 428ss.y 531. Ed. Herder. Barcelona

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(983) - SAN PABLO:Primera Carta a Timoteo, 2:4

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(984) - SAN JUAN CRISÓSTOMO: Homilía in Mat. XXlll, 7s. MIGNE:

Patrología griega, 47,290ss.

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(985) - SAN AGUSTÍN: Ciudad de Dios, XX, 22; XXl, 9s. MIGNE:

Patrología latina, 40,285.

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(986) - Libro de la Sabiduría, 5:6

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(987) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 633

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(988) - Cardenal RATZINGER: Escatología, lll, 7, 1. Ed. Herder.

Barcelona, 1980

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(989) - Evangelio de San Mateo, 25:41

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(990) - Evangelio de San Mateo, 25: 46

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(991) - Eclesiástico, 16:12s

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(992) - SANTO TOMÁS: Summa Theologica, III, 86, 2. Ed. BAC. Madrid

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(993) - CÁNDIDO POZO, S.I.: Teología del más allá, 3ª, Vll, 3. Ed.

BAC. Madrid, 1980

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(994) - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 778. Ed. Herder.

Barcelona

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(995) - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 8:28

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(996) - SAN PABLO: Carta a los Gálatas, 6:14

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(997) - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 7:14

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(998) - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 4:17

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San Miguel arroja

al demonio al infierno

El Infierno

Según las fuentes más confiables de la Iglesia Católica, con amplias citas Bíblicas.

Indice

En esta página:

-¿Por qué insistir en la existencia del infierno?

-Infierno en el Catecismo de la Iglesia Católica

-Infierno en el Manual de Teología Dogmáática de Ludwig Ott

En otra página de corazones.org:

-Cristo "descendió a los infiernos"

-Catequesis de JPII sobre el infierno

-El demonio

¿Por que insistir en la existencia del infierno?

Si hay un peligro mortal ante nosotros, el amor exige que quienes lo saben alerten a todos cuanto antes. El infierno es no solo un peligro mortal sino también eterno. El en realidad la desgracia total y definitiva que nos puede ocurrir.

Dios es amor. "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" ( 2 P. 3,9). Por ese amor infinito envió a su único Hijo, Quien se hizo hombre y murió por nuestra salvación. Pero si no nos convertimos a El en el tiempo limitado que tenemos en la tierra, si nos obstinamos en seguir viviendo en pecado mortal, entonces iremos al infierno. No podremos culpar a Dios. El ya lo hizo nos abrió las puertas del cielo. Pero jamás nos forzará a entrar.

Los que niegan el infierno no conocen la Palabra de Dios y están separados de la Iglesia. Se dejan llevar por un mundo que se burla o opta por ignorar las realidades más importantes. Pero les ocurrirá como a los compatriotas de Noé que se reían mientras el construía el arca para sobrevivir el diluvio. Todos los que se burlan también morirán y no podrán escapar la realidad.

Los cristianos no debemos basar nuestra buena conducta en miedo del infierno sino en amor a Dios. Pero al mismo tiempo es saludable recordar que hay un justo castigo. En momentos de ceguera y debilidad, cuando la tempestad de la tentación es recia, pensar en el infierno es saludable y provechoso en caso que nuestro amor esté debilitado.

Jesucristo habló claramente del infierno. En el Nuevo Testamento se le llama "gehenna":

Mateo 5:22 Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le

llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.

Mateo 5:29 Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.

Mateo 10:28 "Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.

Mateo 23:33 "¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna?

Santiago 3:6 Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos.

El Catecismo de la Iglesia Católica

1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra El, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Jn 3,15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de El si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".

1034 Jesús habla con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se apaga" (cf. Mt 5, 22.29; 13, 42.50; Mc 9, 43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles que recogerán a todos los autores de iniquidad..., y los arrojarán al horno ardiendo" (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de mí, malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41).

1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf DS 76; 409; 411; 80 1; 858; 1002; 135 1; 1575; SPF 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14) :

Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con El en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (LG 48).

1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3:9).

EL INFIERNO

Tomado de Manual de Teología Dogmática

por Ludwig Ott

I. La Realidad del infierno

Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal van al infierno (de fe).

El infierno es un lugar y estado de eterna desdicha en que se hallan las almas de los réprobos. La existencia del infierno fue impugnada por diversas sectas, que suponían la total aniquilación de los impíos después de su muerte o del juicio universal. También la negaron todos los adversarios de la inmortalidad personal (materialismo).

El símbolo Quicumque confiesa: "Y los que (obraron) mal irán al fuego eterno"; Dz 40. El Papa Benedicto XII declaró en su constitución dogmática Benedictus Deus: "Según la común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en pecado mortal, inmediatamente después de la muerte, bajan al infierno, donde son atormentadas con suplicios infernales"; Dz 531 ; cf. Dz 429, 464, 693, 835, 840.

El Antiguo Testamento no habla con claridad sobre el castigo de los impíos, sino en sus libros más recientes. Según Dan 12, 2, los impíos resucitarán para "eterna vergüenza y oprobio". Según Judith 16, 20s, el Señor, el Omnipotente, tomará venganza de los enemigos de Israel y los afligirá en el día del juicio: "El Señor omnipotente los castigará en el día del juicio, dando al fuego y a los gusanos sus carnes, para que se abrasen y lo sientan para siempre"; cf. Is 66, 24. Según Sap 4, 19, los impíos "serán entre los muertos en el oprobio sempiterno", "serán sumergidos en el dolor y perecerá su memoria"cf. 3, 10; 6, 5 ss.

Jesús amenaza a los pecadores con el castigo del infierno. Le llama gehenna (Mt 5, 29 s; 10, 28; 23, 15 y 33; Mc 9, 43, 45 y 47), gehenna de fuego (Mt 5, 22; 18, 9), gehenna donde el gusano no muere ni el fuego se extingue (Mc 9, 46 s), fuego eterno (Mt 25, 41), fuego inextinguible (Mt 3, 12; Mc 9, 42), horno de fuego (Mt 13,42 y 50), suplicio eterno (Mt 25, 46). Allí hay tinieblas (Mt 8, 12; 22, 13; 25, 30), aullidos y rechinar de dientes (Mt 13, 42 y 50;24, 51 ; Lc 13, 28).

San Pablo da el siguiente testimonio: "Esos [los que no conocen a Dios ni obedecen el Evangelio] serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su poder" (2 Tes 1, 9; cf. Rom 2, 6-9; Heb 10, 26-31). Según Ap 21, 8, los impíos "tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre"; allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos" (20, 10; cf. 2 Pe 2, 6; 7).

Los padres dan testimonio unánime de la realidad del infierno.

Según SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, todo aquel que "por su pésima doctrina corrompiere la fe de Dios por la cual fue crucificado Jesucristo, irá al fuego inextinguible, él y los que le escuchan" (Ef 16, 2).

SAN JUSTINO funda el castigo del infierno en la idea de la justicia divina, la cual no deja impune a los transgresores de la ley (Apol. II 9); cf. Apol. I 8, 4; 21, 6; 28, 1; Martyrium Po1ycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. iv, 28, 2.

II. Naturaleza del suplicio del infierno

La escolástica distingue dos elementos en el suplicio del infierno: la pena de daño (suplicio de privación) y la pena de sentido (suplicio para los sentidos). La primera corresponde al apartamiento voluntario de Dios que se realiza por el pecado mortal; la otra, a la conversión desordenada a la criatura.

La pena de daño, que constituye propiamente la esencia del castigo del infierno, consiste en verse privado de la visión beatífica de Dios; cf. Mt 25, 41 : "¡Apartaos de mí, malditos!"; Mt 25, 12: "No os conozco"; 1 Cor 6, 9: "¿ No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?"; Lc 13, 27; 14, 24; Ap 22, 15; (San Agustín, Enchir, 112).

La pena de sentido consiste en los tormentos causados externamente por medios sensibles (es llamada también pena positiva del infierno). La Sagrada Escritura habla con frecuencia del fuego del infierno, al que son arrojados los condenados; designa al infierno como un lugar donde reinan los alaridos y el crujir de dientes... imagen del dolor y la desesperación.

El fuego del infierno fue entendido en sentido metafórico por algunos padres (como Orígenes y San Gregorio Niseno) y algunos teólogos posteriores, los cuales interpretaban la expresión "fuego" como imagen de los dolores puramente espirituales, -sobre todo, del remordimiento de la conciencia- que experimentan los condenados. El magisterio de la Iglesia no ha condenado esta sentencia, pero la mayor parte de los padres, los escolásticos y casi todos los teólogos modernos suponen la existencia de un fuego físico o agente de orden material, aunque insisten en que su naturaleza es distinta de la del fuego actual.

La acción del fuego físico sobre seres puramente espirituales la explica SANTO TOMÁS -siguiendo el ejemplo de San Agustín y San Gregorio Magno - como sujeción de los espíritus al fuego material, que es instrumento de la justicia divina. Los espíritus quedan sujetos de esta manera a la materia, no disponiendo de libre movimiento; Suppl. 70, 3.

III. Propiedades del infierno

A. Eternidad

Las penas del infierno duran toda la eternidad (de fe).

El Concilio IV de Letrán (1215) declaró: "Aquellos [los réprobos] recibirán con el diablo suplicio eterno" Dz 429; cf. Dz 40, 835, 840.

La Sagrada Escritura pone a menudo de relieve la eterna duración de las penas del infierno, pues nos habla de "eterna vergüenza y confusión" (Dan 12, 2; cf. Sap. 4, 19), de "fuego eterno> (Judith 16, 21; Mt 18, 8; 25, 41;), de "suplicio eterno" (Mt 25, 46), de "ruina eterna" (2 Tes 1, 9). El epíteto "eterno" no puede entenderse en el sentido de una duración muy prolongada, pero a fin de cuentas limitada. Así lo prueban los lugares paralelos en que se habla de "fuego inextinguible" (Mt: 3, 12; Mc 9, 42) o de la "gehenna, donde el gusano no muere ni el fuego se extingue" (Mc 9,46 s), e igualmente lo evidencia la antítesis "suplicio eterno - vida eterna" en Mt 25, 46. Según Ap 14, 11 (19, 3), "el humo de su tormento [de los condenados] subirá por los siglos de los siglos", es decir, sin fin; (cf. Ap 20, 10).

La "restauración de todas las cosas", de la que se nos habla en Hechos 3, 21, no se refiere a la suerte de los condenados, sino a la renovación del mundo que tendrá lugar con la segunda venida de Cristo.

Los padres, antes de Orígenes, testimoniaron con unanimidad la eterna duración de las penas del infierno: cf. San Ignacio de Antioquía, Eph. 16, 2, San Justino, Apol. 1 28, 1 ; Martyrium Polycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. IV 28, 2; Tertuliano, De poenit. 12.

La negación de Orígenes tuvo su punto de partida en la doctrina platónica de que el fin de todo castigo es la enmienda del castigado. SAN AGUSTíN sale en defensa de la infinita duración de las penas del infierno, contra los origenistas y los "misericordiosos" que en atención a la misericordia divina enseñaban la restauración de los cristianos fallecidos en pecado mortal; cf. De civ. Dei xxi 23; Ad Orosium 6, 7; Enchir. 112.

La verdad revelada nos obliga a suponer que la voluntad de los condenados está obstinada inconmovíblemente en el mal y que por eso es incapaz de verdadera penitencia. Tal obstinación se explica por rehusar Dios, a los condenados, toda gracia para convertirse.

B. Desigualdad

La cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso grado de su culpa (de sentido común).

Los concilios de Lyón y Florencia declararon que las almas de los condenados son afligidas con penas desiguales, Dz 464, 693. Probablemente esto no se refiere únicamente a la diferencia específica entre el castigo del solo pecado original y el castigo por pecados personales, sino que también quiere darnos a entender la diferencia gradual que hay entre los castigos que se dan por los distintos pecados personales.

Jesús amenaza a los habitantes de Corozaín y Betsaida asegurando, que por su impenitencia, han de tener un castigo mucho más severo que los habitantes de Tiro y Sidón; Mt 11, 22. Los escribas tendrán un juicio más severo; Lc 20, 47.

SAN AGUSTÍN nos enseña: "La desdicha será más soportable a unos condenados que a otros" (Enchir. III). La justicia exige que la magnitud del castigo corresponda a la gravedad de la culpa.




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